La primera emoción que sentí al cruzar las puertas de Girasol fue incertidumbre.  Por mi cabeza pasó la idea de volverme y salir huyendo.

“El fracaso es sólo una puerta que te hace llegar hacia el éxito”

Fueron quizás las enormes ganas de cambiar lo que me hizo frenar esos pensamientos. ¡Vengo para ser mejor persona! – me dije, y tomando aire profundamente decidí seguir caminando sin ni siquiera volver la mirada hacia los que dejaba atrás: mi familia, mi pareja y sobre todo, la angustiosa sensación de todo el malestar que llegué a provocar durante tanto tiempo.

Llegar al centro ha sido para mí un punto de inflexión realmente necesario para poder descubrir qué es lo que me sucedía y por qué tengo esa necesidad irrefrenable de consumir para alejarme cada vez más de afrontar los problemas o las situaciones que en su día no fui capaz de asumir.

Por fortuna, hace casi seis meses a mi llegada había un grupo de compañeros que me acogieron con mucha delicadeza, ternura y compasión.

Somos personas subidas a un mismo barco, intentando remar hacia la misma dirección: “la libertad personal”.

Ser libres para tomar decisiones y asumir las correspondientes consecuencias, sintiéndonos seguras de hacerlo.

Debo reconocer que aún a estas alturas de mi programa, me cuesta mucho el hecho de que no me afecte demasiado lo que la gente que me importa pueda sentir o pensar según las decisiones que tome.

Aquí, junto con mis compañeros, mis educadores, mi psicóloga, a fuerza de hablar sinceramente sobre todo lo que he vivido, y cómo lo he sentido, he llegado a conocer un poco más como soy.

De eso se trata vivir en comunidad. Las relaciones personales de amistad, el trabajo diario, hacen florecer en mi como soy realmente, cómo me expreso, cuáles son mis fallos o dificultades.

He sido capaz de visualizarlo todo con gran facilidad, pero llevo siendo adicta durante muchos años y actuar correctamente según alguna situación me ha llevado a errar y fracasar en el intento.

Pero como se suele decir: “El fracaso es sólo una puerta que te hace llegar hacia el éxito”.

En una ocasión, por la forma tan irresponsable e ilegal en la que estaba llevando mi vida, decidí romper con mi pareja, ya que reconocí que una de las principales causas de mi estado de ánimo tan cambiante era, y aún es, mi gran necesidad de pertenecer a otra persona, de vivir la vida de otra persona y en consecuencia descuidar la relación conmigo misma.

Ser una persona dependiente emocional me hace ser insegura y poco realista, es decir, idealizar a mi pareja hasta el punto de no existir…

«Creía erróneamente que mi felicidad iba totalmente ligada a hacer feliz a otra persona, en este caso mi pareja.

Esto me hace sufrir. Soy celosa por mi propia inseguridad, que me causa el miedo a ser abandonada o reemplazada por otra mujer.

Todo esto es derivado de mi baja autoestima, por no creerme capaz de crecer, evolucionar y sentirme realizada por mis propios méritos.

Creía erróneamente que mi felicidad iba totalmente ligada a hacer feliz a otra persona, en este caso mi pareja.

En este proceso de aprendizaje y de maduración he sido y soy capaz de darme cuenta de que soy yo el único motivo por el cual quiero cambiar.

No quiero cambiar para recuperar algo que creí querer, como una relación dependiente por ambas partes.

Soy consciente de que mi decisión de dejar a mi pareja tuvo una gran repercusión tanto en él como en mi.

Me sentí aliviada al poder dar ese paso, pero cualquier acción tiene una consecuencia. En aquella ocasión también sentí dolor, sentí que debía pasar ese momento de luto, de pasar por tantos y variados estados de ánimo.

A veces flaqueé y quise volver atrás en mi decisión, pero con el apoyo de todo el equipo terapéutico y de mis compañeros, a trancas y barrancas, unos días con más fuerza que otros, consigo empezar a pensar en mí como persona, como mujer capacitada y con suficientes recursos como para conseguir todo aquello que me proponga.

En éste proceso, le he querido dar muchísima importancia al hecho de trabajar en reforzar los lazos con mi familia.

«Ahora he aprendido, he visto y reconocido y sobretodo valorado lo que mi familia ha intentado hacer por mi.

Tengo la gran suerte, de formar parte de una familia que se involucró y se interesó por todo mi proceso. Yo quise que ellos formaran parte de él.

Siento como si la visión que siempre he tenido de mí era la de ser una  persona horrible, sin sentimientos ninguno hacia ellos, que no me interesaba lo que sucedía en casa y que todos mis actos – que han sido muchos –  han casi siempre causando muchísimo sufrimiento y dolor.

Ahora he aprendido, he visto y reconocido y sobretodo valorado lo que mi familia ha intentado hacer por mi.

En ocasiones, a su manera han intentado ayudarme dentro de sus posibilidades, sin éxito, ya que yo no era consciente de la realidad.

Hoy por hoy, valoro todo lo que han hecho y se han preocupado por mi, desde su desconocimiento para tratar mi tema de la dicción.

Yo nunca reconocí que tuviera un problema de drogas. Aunque en mi interior supiese con exactitud hasta dónde estaba llegando y cuántas veces toqué fondo.

He trabajado mucho el tema de la sinceridad. Sobre todo tengo que ser responsable de mis actos, y honesta con todo lo que quiero hacer, decir o decidir.

La familia ha sufrido mucho por este tema de la desconfianza. No siendo sincera sólo puedo alimentar ese estado de inseguridad que ellos tienen hacia mi.

Pero todo no es tán fácil para mi, para una persona que lleva tantos años mintiendo, manipulando en mi beneficio y sin ningún tipo de repercusión moral o conciencia.

Este es un camino tan largo de transitar, y nunca hay que bajar la guardia. Soy realista y sé que con sólo la actitud y las ganas no se solucionan estos problemas.

La teoría está bastante trabajada, pero sinceramente lo que más me cuesta es ponerlo todo en práctica.

Me suele crear mucha confusión, malestar y preocupación. Cuando no soy totalmente sincera con ellos. Por el miedo que tengo a que no les siente bien mi decisión, ya que efectivamente cada uno decide y cada uno actúa en consecuencia.

Ahí viene el trago amargo… reconocer que no soy dueña de los sentimientos de los demás.

No es posible llevar el peso de todo el mundo en mis hombros. Os cuento todo esto, porque después de cinco meses, he decidido volver con mi pareja.

Amo a esta persona, pero más me amo a mí. Sé que ahora es el momento de ver, reflexionar y apostar.

Ver que hemos hecho un compromiso de cambio. Reflexionar sobre si está produciéndose ese cambio y, por supuesto, apostar por mi decisión al comprobar si es factible y posible mi vida junto a la suya.

Dos personas individuales, pero que se aman como pareja.